viernes, 13 de marzo de 2009

UN BARRIO DE TANTOS

Hoy no tengo muchas ganas de trabajar, quizá porque sea viernes, y llevo a mi espalda demasiada presión y tensión del trabajo.

Así que me despisto con cualquier cosa, bebo mas agua de lo normal para acabar mi botella y poder levantarme para volverla a llenar.

Me vuelvo a sentar y apoyando mi cabeza sobre mi mano, empiezo a mirar por la ventana como si del mismo cine se tratase.

Lo primero que veo es la finca que tengo enfrente, debe de tener mas de treinta y dos años, los años que estoy reciente a cumplir, en sus balcones, miles de trastos que un día sirvieron para algo, tendederos quemados por el sol y en ellos, tendidas viejas ropas que alguien dejó olvidadas.

En uno de sus bajos ahora se encuentra la panadería del barrio, desde que estoy allí ya has colocado varios negocios, desde un taller mecánico hasta un almacén de comida. La verdad es que ahora me viene muy bien que haya un horno. La señora que lo regenta, tendrá uno cuarenta años, pero su apariencia es de ser mucho más mayor, el volumen de su cuerpo y su pelo siempre despeinado no le ayuda mucho, pero eso sí, es simpática y cada vez que entro ya sabe lo que quiero, un paquete de rosquilletas y una barra de chocolate pequeña.

Por la tarde, cuando voy a comprarme la merienda, están allí sus hijos, acabados de salir del colegio, como torbellinos, llenos de vitalidad y nervio, tengo que reconocer que a veces sus chillidos y juegos consiguen sacarme de mis casillas, y pienso como deben de ser sus comidas familiares…

El resto de la calle son naves industriales.

Justo al lado de la mía, se encuentra una de astilleros. Ahora mismo la están cerrando, y para desmontar todo el tinglado de los barcos, han venido miles de chinos, aunque realmente no sé si decir si son mil o realmente diez, pero es que me parecen todos iguales.
Me da pena que la quiten, es enorme. Y según me cuentan dentro hay una manzana de chalets con una gran piscina en medio, de los antiguos directivos de la empresa.
Medio pueblo trabajaba ahí, así que me entristece saber, que ahora esas personas estarán buscando trabajo.


Es un barrio de emigrantes, nacionales y extranjeros.

Ayer mismo, fui al coche a por un cuño que me había dejado olvidado, y dio la casualidad que pasaba un grupo de niños musulmanes, entre cinco y ocho años. Uno se puso delante de mí, y como broma, le dije que le iba a cuñar. Cual fue mi sorpresa que de repente todos los niños querían ser cuñados. Resultó finalmente divertido, todo el camino del coche a mi oficina, poniendo en las manos de los niños, el cuño de facturado. Nos reímos bastante, los niños y también yo.

Entre al despacho con una gran sonrisa, pensando en lo bien que me lo había pasado con una tontería que apenas había durado un minuto.

La felicidad de esos niños, la inocencia todavía no perdida, la alegría de sus caras.
Unas sonrisas que hicieron que el resto de mi tarde fuera mucho más relajada.
Espero que esta tarde vuelvan a pasar, porque solo el recordar lo de ayer, me hará sentir un poco mejor.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

En cuanto al tiempo solo diré que es irreversible, unidireccionl, una desilución en cierta manera. También será aquel que todo lo da y que todo lo quita, siendo objetivo, ya que una hora siempre seran 60 min, y a la vez subjetivo no todas las horas se nos pasaran igual de rapidas.El tiempo tambien será puente y avismo.Terminaré con la frase "Cada segundo me hiere, el ultimo me mata". Saludos cordiales de William

Anónimo dijo...

me gusta, muy fresco....